lunes, 29 de octubre de 2012

Titanic


Uno de los principales lastres de la izquierda como ideología política es que lo tiene muy difícil para "captar" adeptos, incluso entre aquellos que por lógica debieran abrazarla aunque sea sólo por su condición social. Pero resulta que hay obreros y trabajadores de derechas, y muchos. Y peor aún, hay obreros y trabajadores que votan y favorecen las políticas neoliberales, porque votar al PSOE o militar en CCOO o UGT es exactamente eso, y cualquiera se daría cuenta de ello a nada que atara un par de cabos. Desafortunadamente muchos van a las urnas con el piloto automático desde hace casi 40 años y no parece haber ni ganas ni espíritu crítico para cambiar esa tendencia.

Es tan poca la capacidad de análisis, que los hay que sostienen que Aznar ha sido el mejor presidente de esa época que vivimos y que los medios han dado en llamar democracia en España. Aznar, el hombre que sembró los vientos de las actuales tempestades privatizando todo lo privatizable y eliminando por ende diversas vías recaudatorias del Estado que ahora agoniza. Agoniza porque no ingresa, y como no ingresa recorta de lo social y exprime a los ciudadanos con impuestos insostenibles. Curiosamente ahora Aznar es "asesor externo" de Endesa, una de las empresas privatizadas, cobrando 200.000 € anuales que se unen a su sueldo vitalicio como ex-presidente y a las retribuciones de otras empresas a las que "asesorará". Sea lo que sea eso. El caso es que si no se hubiera privatizado Endesa, al menos una parte de los 366,95 € al año que ha subido en 5 años el recibo de la luz, más de un 62%, podrían haber ido a las arcas del Estado en lugar de a los bolsillos de los "amigos de" (e "hijos de", me permito añadir).
Para recordarnos que el PSOE como partido es la misma basura, Felipe González también tiene un cargo de esos de mentira en otra empresa que se benefició ostensiblemente de la liberalización del sector energético, que no hay que olvidar que empezó durante el mandato del PSOE (me niego a llamarlo "etapa socialista"). Esto es lo que allá por Sicilia llaman devolución de favores.

No hay que olvidar que estos dos sinvergüenzas son sólo dos puntas de un iceberg enorme, inmenso, con el que ese Titanic que es ahora España se ha dado de bruces, a pesar de que su radar indicaba hace años que nos la íbamos a dar. Igual que en el Titanic, el capitán alentado por el millonario constructor no dudó en gritar: "¡A toda máquina!", sacando pecho y gritando que esto no había quien lo hundiera. Igual que en el Titanic, para los pasajeros de tercera clase no hay botes salvavidas.

Metáforas marítimas aparte, decía que incluso en pleno naufragio (es la última, lo prometo) la izquierda lo tiene complicado para ganar en seguimiento. Y esto se debe en gran parte a la imagen, a la propaganda y a la publicidad. Porque la propaganda de la izquierda siempre habla de trabajo, de lucha, de conciencia y de igualdad social. Cosa que estaría muy bien si no hubiera que competir con la imagen que el capitalismo ha conseguido tatuar en nuestros cerebros tras años de monopolio mediático. En esa imagen somos libres porque tenemos un coche nuevo, somos únicos e independientes sólo por poder elegir compañía telefónica, somos triunfadores natos y si nos echamos el desodorante adecuado, llevarse a casa una mujer o un hombre florero está prácticamente garantizado. Y todo eso sólo es posible con el sistema actual. Coches, móviles y sexo. Parece complicado intentar competir contra eso hablando de trabajo y sudor, y entiendo que es el gran error del discurso izquierdista desde hace mucho tiempo: no se ha actualizado y no concreta sus bondades. Habla de cosas etéreas como la justicia social y el trabajo, pero a esa mayoría que trabaja en una oficina o en el sector servicios, le cuesta identificarse con la estampa del aguerrido trabajador de una fábrica en tiempos de la Revolución Industrial. Comprensiblemente, por otra parte. Y es que es necesario adaptar el discurso y la estética de las formaciones de izquierda para demostrar que en el contexto actual pueden aportar soluciones y alternativas. Sobre todo es importante desterrar la falsa equivalencia capitalismo-progreso, máxime cuando con frecuencia el capitalismo es el mayor enemigo del progreso, pues toda decisión está condicionada en exclusiva al beneficio material que pueda reportar.

Una economía planificada podría y debería orientar sus decisiones a objetivos diferentes a los económicos, y bien ejecutada podría y debería derivar en un mayor progreso por medio de una optimización de los recursos productivos. Un ejemplo: ha llevado un montón de años y sentencias judiciales conseguir que todos los fabricantes de teléfonos móviles incorporaran el mismo conector para su carga evitando así tener que comprar y cargar con varios cargadores diferentes (y todavía hay algún fabricante de los muy gordos que incomprensiblemente sigue sacando dispositivos con sus propios conectores). ¿Acaso el desarrollo de conectores diferentes por parte de cada compañía contribuye de alguna manera al progreso? En absoluto, se trata de un verdadero desperdicio de tiempo y dinero cuando no se aporta ni una sola ventaja sobre el estándar existente. El empleo de este tipo de prácticas es de sobra conocido y aceptado, y no tiene otra razón de ser que la obtención de beneficio económico (en el ejemplo de los conectores por medio de la venta exclusiva o la licencia de la fabricación de accesorios) y las empresas destinan no pocos recursos a su diseño y ejecución.

Me gustaría seguir desarrollando este tema y buscar algunos ejemplos prácticos de cómo una economía intervencionista (pero intervencionista en las vacas gordas también, no sólo para rescatar e indemnizar a hijos de puta avariciosos) podría contribuir al progreso en mayor medida que el liberalismo salvaje y fracasado en el que estamos envueltos y del que debemos huir como de la peste. A ver si soy capaz, porque desgraciadamente no soy experto en... Bueno, no soy experto en nada. Sólo un pasajero de tercera más del Titanic.

miércoles, 10 de octubre de 2012

El mal menor


Algo de razón tenía Adam Smith cuando hablaba de una fuerza invisible que actuaba en las economías de mercado. No es, en mi modesta opinión, una mano que regula y equilibra las transacciones financieras como él y después Keynes postularon. La fuerza invisible más fuerte en un sistema de libre mercado es la que ejercen los ciudadanos de a pie como defensores del mismo, a pesar de ser ellos indudablemente los más perjudicados por él, ya sea directa o indirectamente. Esto es, que son los propios miembros de una sociedad "liberal" (lo pongo entre comillas porque el nombre siempre me ha parecido de lo más paradójico: cuanto más "liberal" sea el mercado, menos libertad tienen que tener sus individuos) quienes defienden el sistema. Y lo más triste es que la inmensa mayoría no lo defiende con convencimiento después de un concienzudo análisis, sino que afirma que es "el mal menor". Esta fuerza invisible, unida al recelo natural del ser humano ante lo desconocido, protege al sistema de todo cambio, sin que realmente haga falta alguien que conscientemente se ocupe de esa tarea.

La cosa no acaba ahí, sino que los mismos que dicen lo del mal menor, suelen también tirar por tierra el socialismo (no confundir con lo que cierto partido pretende hacernos creer que es socialismo en este país, sólo porque lleva una S en sus siglas) o las políticas más de izquierda, afirmando tan alegremente que ese tipo de cosas "sólo funcionan sobre el papel". ¿Qué hemos de entender de esa sentencia? ¿Que lo que nos estamos tragando como unos gilipollas está funcionando bien en la práctica? ¿Qué es funcionar, y para quién? Y lo más importante, ¿se sobreentiende que aceptamos por tanto un sistema que no nos parece justo ni siquiera sobre el papel?. La respuesta a la última pregunta, para mi, es tristemente sí.

Me viene a la mente un momento en clase de Historia en el instituto, con 15 ó 16 años a lo sumo, en el que nos explicaban la Revolución Rusa de un modo que incluso a alguien tan joven e inexperto como yo le parecía bastante poco objetivo. En uno de los capítulos venía un fragmento del libro "Regreso de la URSS" de André Gide, en el que el autor hace una descripción de la sociedad rusa de la época. Recuerdo que a nosotros nos lo presentaron con un tinte que pretendía ser bastante negativo, y según creo a Gide no le convenció demasiado lo que vió así que bien podría ser cierta aquella interpretación. El texto es el siguiente:

Durante los meses de verano casi todo el mundo va de blanco. Cada uno se parece a todos. En ninguna parte como en las calles de Moscú resulta tan sensible el efecto de la nivelación social: una sociedad sin clases, en la que cada miembro parece tener las mismas necesidades. Exagero apenas. Una extraordinaria uniformidad domina la vestimenta; probablemente aparecería también en los espíritus, si tan sólo fuera posible verlos. De ahí también que cada uno es y parece alegre. Han carecido de todo durante tanto tiempo que se alegran por poca cosa. Cuando el vecino no goza de más, uno se conforma con lo que tiene. Únicamente un examen detenido hace aparecer las diferencias. A simple vista el individuo se funde aquí con la masa y está tan poco particularizado que parecería conveniente, para hablar de la gente, utilizar un partitivo, y en lugar de los hombres, decir: del hombre.

"Cuando el vecino no goza de más, uno se conforma con lo que tiene". Quedó grabada a fuego en mi memoria. Tal vez pretendía Gide resaltar la falta de ambición por lo material como algo negativo, y por ello lo expresa con ese "se conforma", pero a mis ojos y a mi entender aquello era algo a todas luces bueno. Unos cuantos años después estoy aún más convencido de ello si es posible. Pero releyéndolo hace no mucho, me llamó la atención otra idea: "Únicamente un examen detenido hace aparecer las diferencias". Me pareció algo fascinante, puesto que entiendo que trataba de representar el contraste absoluto con nuestra sociedad, que suponemos tan plural y tan libre. Pero no hay que ser muy avispado para ver que el mismo examen detenido en cualquier país capitalista mostraría que las aparentes diferencias entre los individuos no son tales. La pluralidad en nuestra sociedad se limita a comprar la ropa en Zara o H&M, en preferir Nike o Adidas, ser de la Playstation o de la XBox, Apple o Microsoft. PP ó PSOE. Barça o Real Madrid. ¿Diferencias? No hay más que caminar por el centro de cualquier capital europea para comprobar que las tiendas son exactamente las mismas en todas ellas, resulta casi escalofriante.

Creo que es deber de todos hacer un análisis crítico sobre cómo hemos llegado a tener ciertas opiniones y ciertas creencias, de dónde nos vienen y quién ha podido influirnos y por qué, y si es necesario replantearse las bases de nuestra sociedad, que lo es. Sobre todo teniendo en cuenta que un replanteamiento y una reestructuración más justa no ha de suponer un alejamiento del progreso tecnológico ni científico. Ni mucho menos. No hay que olvidar que el progreso está ligado a la curiosidad del ser humano, y al afán de conocimiento y superación, jamás a un sistema económico. Pero eso lo comentamos otro día.